miércoles, 29 de diciembre de 2010

Luces Navideñas -- 2010

Luces navideñas en distintos sectores residenciales de Lima.


Luces Navideñas - Lima 2010 por pequenobaul

lunes, 20 de diciembre de 2010

Un bluff... y nada más

Desde que la escuché por primera vez, la "Canción del Reloj de Arena", de Joseph Brooks, que interpreta Robby Benson en el filme "Jeremy" (conocido en algunas partes como "Jeremy y Susan"), me pareció una creación muy bien trabajada, una canción con un grado de preciosismo bárbaro. En la época en que esto ocurrió (mediados de los ochentas) en un programa de recuerdos, el locutor radial mencionó que, a difierencia de otros jóvenes actores, Robby Benson había ingresado al gran mundo cinematográfico "por la puerta grande" con este filme.

Hace algunos días, me acordé de la canción y decidí buscar la película. Antes que eso, revisé algunas notas y opiniones: en IMDb figura con 7.0 sobre 10 y, bueno, cierto crítico recomendó el filme jurando que cualquier persona llegaría a amarlo cunado lo vea. Entonces lo vi. Lo mejor que puedo decir es esto: no pienso volverlo a ver jamás.

La inocencia que exuda este pastiche, escrito y dirigido por Arthur Barron en 1973, permite deducir cuál es el público al que fue ofrecido y con qué intención. Las escolares soñadoras de los setentas, a quienes sus novios les pagaron la entrada para participar de este cuento, deben haber estado de plácemes poniendo sus pupilas durante los 90 minutos que ocupó en sus vidas la exhibición de "Jeremy"; pero que haya gente, después de casi 40 años, capaz de mostrar apego a este filme, no hace sino evidenciar que, muchas veces, la razón no entra en juego cuando se trata de aquilatar recuerdos de tiempos agradables.

Pero de todo ese sentimentalismo diabético que ofrece Benson interpretando a un nerd de caricatura, enamorado de su muñequita de vestido azul, me considero yo bien vacunado. Y la mayoría de comentaristas que se muestran a favor de impulsar la vista de este filme deberían buscar la salvación de sus almas, porque, por mejor que hablen, "Jeremy" fue un bodrio en su estreno, 40 años después lo sigue siendo y lo seguirá siendo. De eso, por supuesto, no estaban enterados quienes nominaron este filme a una Palma de Oro en Cannes, por no mencionar que le dieron un premio al "mejor primer trabajo". Pero, claro, el hecho de que Barron jamás hizo otra película para la pantalla grande les abrió los ojos, al final de cuentas.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Los idiotas de Gregory

"Hey, Idiot!: Chronicles of Human Stupidity" es una recopilación efectuada por Leland Gregory en 2003. Básicamente muestra cuán bruto puede llegar a ser el ser humano con el entrenamiento adecuado. Incluye segmentos sobre excusas idiotas, idiotas en educación, gobierno, medicina, abogacía, etc.
Tradicionalmente, cuando alguien empieza a escarbar en un género tan poco apacible como la estupidez humana, no lo hace de manera seria. Probablemente porque la seriedad no vende. Y esto se comprueba revisando el libro de Paul Tabori o bien el ensayo de Carlo Cipolla sobre las leyes básicas de la mencionada estupidez. Y ni hablar del famoso dicho de Einstein: "Hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana; y de la primera no estoy muy seguro."

A continuación algunos ejemplos recopilados por Gregory:

Una mujer en Hamilton, Ontario, que estaba dándole el pecho a su hijo dentro de una piscina pública fue desalojada por el salvavidas a cargo. Posteriormente, ante la denuncia hecha por la mujer, los administradores dijeron que no se le desalojó por considerar alguna "exposición indecente", sino porque sus reglamentos establecen que estaba prohibido dar alimentos o bebidas a personas que se hallan en la piscina.

Un hombre acusado de intentar escapar de la autoridad al acelerar y casi atropellar a un oficial de policía, dio una explicación difícil de creer ante el juez. Adujo que sus dos perros tuvieron la culpa. El hombre indicó que uno de los perros puso una pata sobre el embrague y a continuación el otro accionó el acelerador. Me pregunto cuál será la excusa que dará Fiorella Cayo por lo que ella hizo.


Se ha oído muchas veces la expresión "el cheque está en el correo", pero esto no se aplica para los empleados postales de Norfolk, Virginia. Resulta que la oficina de correos perdió el correo donde se hallaban los cheques de bonificación navideña de los propios empleados postales. Bruce Theatte, director financiero de la oficina postal, dijo que esperaba que esta ironía no afectara la confianza de los ciudadanos.

Cuando el escultor Jack Dowd se preparaba para exhibir su trabajo
"El hombre y su perro", en el parque Tompkins Square, New York, las autoridades municipales le recordaron que debía respetar las normas sobre canes de la ciudad, de modo que se aseguraron de que "el hombre" (es decir, el de la estatua) tuviera al perro sujeto por una correa de bronce.

Una joven en Kenya se incrustó, de alguna manera, un frijol en el oído. Su familia lo llevó al médico local, quien en cuestión de minutos se lo extrajo. El médico entonces extendió una factura por 350 shilling (unos US$ 5.75). Como la familia no disponía de todo el dinero (solo tenían 275 shillings), el médico cogió a la niña y le volvió a meter el frijol en el oído. El caso terminó siendo investigado por la Asociación Médica de Kenya.


El juez Philip Mangones, de Keene, New Hampshire, declaró inconstitucional una requisa de drogas hecha en el dormitorio de dos estudiantes de la Escuela Superior Estatal de Keene. Los estudiantes habían permitido a las autoridades entrar a sus cuartos, donde encontraron seis onzas de marihuana, tras lo cual fueron arrestados. El juez falló en favor de los alumnos, aduciendo que "estaban tan drogados que no podían saber que estaban consintiendo la requisa", por lo tanto era ilegal.


Asimismo, en este libro podrá leer acerca del bombero que quemó la estación al dejar aceite hirviendo al salir a combatir un incendio, el jugador de billar de 58 años que fue suspendido del deporte por haber dado positivo para una hormona de desarrollo muscular, etc. Revisando algunas reseñas, se nota que hay muchas personas a las que les cuesta creer que los casos son reales.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Ojos que sí ven (cuento)

La divorciada se pasaba los minutos, las horas y los días de ventana en ventana, haciendo a un lado cortina tras cortina, solo para darle trabajo a sus ojos cazadores, que jamás aprendieron a quedarse quietos. Silenciosamente, todos los acontecimientos de San Erasmo, desde su fundación, pasaron por sus retinas, lenta pero ordenadamente, como mandan las leyes del tiempo: la puesta de la primera piedra del colegio donde su hija terminó la secundaria, los planes del tendero chino para defraudar a su socio, el lamentable accidente donde el perro de don Javier perdió una pata. Las noticias siempre iban a parar, como algún cántico insoslayable, a oídos de su vecina, Juana la del veintiséis, y raudamente se reunían ambas para hacer y deshacer por el pueblo con las nuevas recibidas. Los reproches de Cristina, hija de la divorciada, hacia su madre eran débiles cuando provenían de una niña; pero ahora, convertida en una señorita y con un trabajo de dealer en un casino, podía la joven tomarse el atrevimiento de hablarle más fuerte.

            — Me tienes harta, madre. Todos los vecinos te odian. A ti y a tu comadre Juana. Casi desde que tengo memoria, las odian a las dos.

            Pero la doña seguía en sus trece. Que el portero del cine Paladio tiene encuentros con la hija del acomodador. Que las hermanastras Azcueta le roban la mercadería al jefe. Que el lunes se muda el japonés antes de que le alcance la policía. Y la gente de San Erasmo también en lo suyo: la vieja de la casita azul es una maldita soplona, la vieja y su comadre están hechas ambas de la misma escoria.

            Un lunes, la divorciada hizo a un lado por milésima vez, con dedos casi invisibles, las cortinas de la ventana principal, dejando un resquicio lo suficientemente grande para que uno de su irises, agrisado por la edad, se dirigiera hacia el jirón. Allí, en la vereda opuesta, junto a una casa de concreto, larga y firme, un grupo de hombres había traído ladrillos; otro grupo, cemento, reglas, escaleras. “Van a levantar un segundo piso”, pensó de inmediato. Días después, el ruido de los trabajos detonó. La ventana de la doña vibraba con cada andanada. “Van a vender oficinas, va a venir mucha gente y ya no habrá tranquilidad”, le decía a Juana la del veintiséis. “Seguro que no tienen licencia de construcción”. Y Juana la del veintiséis que se afanaba en ir a la alcaldía, que hablaba con el dueño del diario local, que telefoneaba a la radio. Y Cristina, que había cambiado su empleo en el casino por otro más rentable, trataba inútilmente de aplacarlas, en compañía de su pareja, Andrés. Hasta que la situación ya no dio para más.

            — Cada vez que salgo los obreros me gritan cosas. Ya no puedo vivir aquí, madre. Me quedo en casa de Andrés. Adiós.

            La hija, sin llevarse nada con ella, se dirigió hacia la puerta. Luego de casi veinte años de vivir con su madre, le ofreció tan solo una fría frase como despedida:

            — Te mandaré dinero todas las semanas.

            Y salió, cogida del brazo izquierdo de su hombre. La madre acompañó con la mirada, desde la ventana que daba hacia el jirón, el fulgor casi apagado de los faros posteriores de un vehículo negro, donde se le iba el ser al que hacía tanto tiempo le dio de beber amorosamente de su pecho.

            Ese mismo invierno la obra se paralizó. El periódico hablaba de un problema de licencia municipal. Los obreros empezaron a lanzar cosas a las ventanas de la morada azul, rompieron un vidrio que la mujer se apresuró a reparar, varios hombres fueron arrestados. Hasta que un día, cuando la primavera empezaba a estimular las corolas y las nubes dejaban, finalmente, de levantar agua sobre la ciudad, Juana la del veintiséis desapareció. Nadie dijo saber algo de ella; además, a nadie le importaba. La divorciada lloró como no lo hizo cuando partió su heredera. Cuando quiso irrumpir en el departamento de Juana, los vecinos no se lo permitieron; ese mismo día unos uniformados tapiaron la puerta, colocando asimismo señales de advertencia. La mujer recorrió los lugares donde acostumbraba charlar con su amiga, las bancas donde compartían las intimidades ajenas, visitó el pequeño río debajo del puente donde pudiera haberse caído y ahogado. Nada. Luego de diez días de caminatas inútiles, se enclaustró en la morada azul, cerró todas las cortinas y se dedicó a rezar.

            Enterada Cristina, trató de consolarla mandándole regalos; le hizo instalar una cocina nueva, pero su madre se negó a cocinar; le puso un televisor nuevo, pero la doña jamás lo encendía. Cristina siguió mandándole cosas: la casa empezó a llenarse de adornos, vestidos, confites, revistas, pero la mujer siguió honrando la memoria de su comadre, sin volver a acercarse a las ventanas, sin responder al timbre o al teléfono, sin encender la radio ni  comprar el periódico. A duras penas abría la puerta para recibir al cartero con el sobre semanal de su hija, o el alimento que le dejaba un tendero desinteresado. Afuera, la construcción volvió a iniciarse, el segundo piso fue terminado, pero nada de esto observó la mujer por no atreverse a tocar las telas que sus dedos expertos manipularon durante lustros enteros.

            La víspera de Navidad, finalmente, no pudo cerrarle el paso a Cristina, para recibir un saludo filial que quizás tardaría mucho en volver a producirse.

            — Ahora debo irme, mamá. Esta noche también tengo que trabajar.

            Cristina le dejó un gran bizcocho y algo de chocolate. La dulzura de ambos la hizo volver la mente hacia imágenes que pudo reconocer, le desató memorias que creía por siempre vencidas, perpetuamente allanadas. Hicieron eco voces infantiles, risas, bendiciones, llantos. Súbitamente, sentimientos maternales afloraron deprisa. Emociones. Reminiscencias. Estaba curada.

            Y por primera vez en meses, dejando su rincón de oraciones, se atrevió a tocar tímidamente las cortinas de la ventana principal, para ver a su hija, ataviada con minifalda roja y tacos finos, entrar del brazo de alguien que no era Andrés, quien la vigilaba de cerca, al edificio terminado, cuyo segundo piso se hallaba coronado por un letrero imponente que rezaba, con estrépito de neones, un nombre más que sugestivo.




Tomado de "Boulevard de Pequeños Incendios" (2009)
Imagen: "Woman at a Window" de Gaspar Friedrich

viernes, 22 de octubre de 2010

Feria del Libro "Ricardo Palma"

Primeras imágenes de la Feria del Libro "Ricardo Palma" - 2010, que regresa al Parque Kennedy, en Miraflores.


Feria del Libro Ricardo Palma - 2010 por pequenobaul

lunes, 11 de octubre de 2010

¡Apaguen ese caldero!

Señores de la Academia, deben sentirse muy poderosos allá arriba, en sus aposentos de la calle Felipe IV (digo esto porque parece que durmieran allí) al querer decirnos cómo escribir por el solo hecho de ser herederos del marqués de Villena y tener como emblema un caldero hirviente donde se cocina la ortografía. Pero, qué pena, en una encuesta de El País el público le da la contra: el 55% no está de acuerdo con su abnegada tarea y otro 33% solo la aprueba parcialmente.
Deshacer a la CH y la LL, cuando sabemos que tienen un particular sonido únicamente cuando las letras están juntas, ya es una atrocidad, pero cambiarle el nombre a un país... ¿eso qué sentido tiene? Dirán que Qatar no va más porque "QA" es una sílaba inexistente en nuestro idioma. Pero lo que sí existe es el verbo "CATAR", que ahora se supone es el nuevo nombre de esa nación árabe. Probablemente los mandamases del lenguaje piensan que es un país de sommeliers donde solo se habla de bouquets, maridaje y cosechas Cabernet Sauvignon, Merlot o Bordeaux. No frieguen, pues.
Otra de las "perlas" de la Academia es haber resuelto que, aún en casos de ambigüedad, no se tildará "solo". "Vendré solo esta noche", por tanto, puede significar dos cosas, pero nos dejan resolver el significado "por el contexto". Pero se supone que la labor de una institución como la vuestra es simplificar, no complicar. Con gente como ustedes, vamos a terminar con un idioma parecido al chino, donde hay que determinar por el contexto si una oración como "Chang patea balón" está en presente, pasado o futuro. Como la nueva edición de la Ortografía saldrá para antes de Navidad, me permito hacerles a estos señores un regalo por anticipado: un pastel decorado con la palabra "sólo", con la tilde en forma de supositorio. Que les aproveche.
Y, finalmente, terminan cambiando "quorum" por "cuórum". Yo pregunto... ¿en qué cabeza puede gestarse el cambio del latinismo más ampliamente usado, con la excusa de que existe "incongruencia con las reglas"? ¿Las reglas? ¿Las reglas de qué idioma? Es latín, señores. Cuida tu casa y deja la ajena. Con la misma seriedad podrían decir que hay que escribir "status cuo" y los anunciadores de cable tendrán que recomendar en Semana Santa "Cuo Vadis".
Pero yo voy a seguir escribiendo como siempre. No les voy a hacer caso, y si quieren obligarme, vengan con su manualito para explicarles en perfecto español las distintas maneras que tienen de acomodárselo. Bonito regalo le hacen al idioma en momentos en que tenemos un Premio Nobel de habla hispana. No se ofendan.

domingo, 10 de octubre de 2010

10-10-10 ... y no pasó nada

Si nos dirigimos al terreno del ocultismo y el fanatismo religioso, hay que decir que no se ha hecho mucho ruido respecto a este 10 de octubre. A diferencia de otras fechas cabalísticas, esta vez no se tiene conocimiento de alguna secta que se encierre en algún lugar a esperar el fin del mundo, pero sí existe un grupo en Facebook que se pregunta si efectivamente esto iba a ocurrir el 10 de octubre de 2010.
Pero, ¿qué de especial tiene el número 10 para nosotros? Pues, hay varias cosas. Es la base de nuestro sistema de numeración. Es la máxima nota en diversas escalas de calificación. El 1 y el 0 son los únicos dígitos del sistema binario, en el cual se basa la informática.
A decir verdad, desde hace mucho se le ha otorgado al 10 una categoría de número "perfecto", ya que contiene la unidad que todo lo contiene y el cero que simboliza el caos. Así, muchos escritos comprenden al 10 de manera más que coincidente. 10 son los Mandamientos, las plagas y el número de generaciones desde Adán hasta Noé. El año romano tenía 10 meses. Para los Mayas, el 10 representaba el fin de un ciclo y el inicio de otro.
Afortunadamente, no ocurrió en esta ocasión algo similar a lo del 9-9-99. En esa fecha, tres líderes de una secta de Sukmajaka, al este de Java, Indonesia, fueron muertos a golpes por sus seguidores. Los líderes habían pronosticado el fin del mundo para ese día, e hicieron a los fanáticos vender todas sus posesiones y encerrarse por nueve días a esperar el final. Cuando esto no ocurrió, todo el mundo se salió de sus casillas. "Los miembros estaban realmente enojados", dijo Saadi Arsam, jefe de la policía local, impotente ante la masacre.
No sé si alguien por allí habrá hecho sus propias cábalas, pero yo, por mi parte, me fui a celebrar el cumpleaños de mi padre, que cae precisamente esta fecha, así como deben hacerlo todas las celebridades que comparten dicha efemérides, tales como Harold Pinter, David Lee Roth, Martina Navratilova, Tanya Tucker y... disculpen, ¿quién es Michael Bievens?

Publicado a las 11:30 p.m. Imagen tomada de aquí: http://www.askdeb.com/miscellaneous/10/10-10-10.jpg

viernes, 8 de octubre de 2010

Tan cerca y, a la vez, tan lejos

Los autores de ciencia ficción siempre han sido demasiado optimistas en cuanto a las fechas en que ocurrirían los acontecimientos narrados por ellos. Arthur C. Clarke, en Odyssey Three, ubicada en el año 2061, habla de las misiones a Júpiter de las que el veterano Heywood Floyd, allá por los años 2010 y 2015, formó parte. Philip K. Dick llenó el mundo de androides y nos hizo emigrar a Marte en 2021, cosa que cualquier habitante actual de este planeta sabe que no ocurrirá. Pero es en la televisión donde se ha producido lo más inverosímil. La FOX tomó una novela de Jonathan Wyss y mandó una familia a Alfa Centauri en el Júpiter II (lamentablemente, se perdieron en el camino), en una fecha que fue motivo de conmemoración: 16 de octubre de 1997. El ejemplo más extremo, sin embargo, sería el de la serie de televisión inglesa UFO, transmitida en 1970, que con gran despliegue de minitransbordadores y estaciones espaciales habitadas, se ubica en 1980.

Pero, en defensa de todos estos imaginativos señores, debemos decir que los científicos “serios” no se quedaron atrás. Por colocar tan solo un ejemplo, en el número correspondiente a mayo de 1969 del Science Journal, el Dr. Rodney Wendell Johnson, planificador de misiones tripuladas de la NASA, publicó un artículo donde describía colonias lunares que podrían estar operativas en 1972. El artículo contó con ilustraciones de Roy Scarfo, una de las cuales se muestra arriba.

Podría decirse que en determinada década la carrera espacial le nubló la vista a medio mundo. Esto podría ser cierto en el caso del futurista, ingenuo o farsante Dr. Johnson, pero la novela de Clarke se escribió en 1987. La explicación estaría en que Clarke ya estaba comprometido con las fechas que él imaginó para los personajes en sus anteriores trabajos de la serie 2001 y consideró evitar extenderse mucho (al menos, hasta hacer resucitar a Frank Poole en 3001: The Final Odyssey).

De cualquier modo, el optimismo al respecto ha sido desbordante. ¿Por qué? Lo más sencillo es pensar que cuando estos autores lanzaron sus trabajos suponían que estas cosas podrían ocurrir en los tiempos que ellos imaginaban. En la década de los sesenta cualquier cosa relacionada con colonias lunares o marcianas era creíble, pero hay algo más. Era el deseo del escritor de que las cosas pasen rápido. El escritor de ciencia ficción no podía colocar un universo suyo tan lejano. Tenía que estar lo más cerca posible, para que lo acompañe más íntimamente a él y a todos sus seguidores. Lamentablemente, esa “magia” de la década se ha visto obligada a desvanecerse. Ahora, con una conciencia más clara acerca de los logros y el futuro de la tecnología, los autores se han vuelto (es decir, han debido volverse) más prudentes.

Imagen tomada de la revista Science Journal, mayo de 1969.

jueves, 7 de octubre de 2010

La última boda de Marisol (Cuento)


(Mención honrosa - Concurso “El Cuento de las 2008 palabras” – Editorial Mesa Redonda)

Un otoño nublado como pocos, allá por el año 1992, mi trabajo en la revista Realidad parecía haber llegado a su fin. Mi artículo sobre los sobornos en el Instituto Nacional Penitenciario le había costado caro a la editorial, porque todo lo que concluí en mi investigación había resultado ser falso y la demanda por difamación que se planteó no fue cosa de poca monta.
Aquellos días fueron psicológicamente nefastos. El fantasma del despido inminente se asomaba por mi comedor en el desayuno, almuerzo y comida; a decir verdad, no comprendía por qué tardaba tanto en pedir asiento junto a mí. Solo se me ocurría que, debido a mi presunto mal estado de salud — hipocondríaco desde el biberón, llevaba siempre en el bolsillo una gragea para cualquier cosa —, algunas contemplaciones conmigo podrían haberse tomado. Hasta que un martes por la mañana fui llamado, finalmente, al despacho del director.
— Tengo un trabajito para usted, Gutiérrez. Aquí hay un boleto para Madrid y quinientos dólares para gastos. Verifique que su pasaporte esté vigente. Partirá usted mañana temprano.
Enmudecí. No comprendía nada. En vez de botarme como a un perro me ofrecían un viaje. Y entendí menos aún cuando escuché la extraña comisión que se me estaba encomendando.
— Deberá Ud. entrevistar a la señora Josefa o “Pepa” Flores. Nadie conoce exactamente su paradero. La última vez que se le vio fue a raíz de su segundo divorcio. Pida datos al semanario Voces, ellos le tomaron la última fotografía disponible y podrán darle pistas.
— Perdón… ¿Josefa Flores? — pregunté, intrigado —. ¿Es acaso una diplomática importante o… alguna personalidad política, tal vez?
El director me miró con cara de hiena a punto de atacar.
— ¡Doña Josefa Flores, la de los gorgoritos, es más conocida allá que el vino sevillano, Gutiérrez! No más preguntas, tómelo o déjelo. Ahora salga, que estoy ocupado.
Sin responder, salí y cerré la puerta. El “tómelo o déjelo” era un ultimátum. Las reglas de la revista eran estrictas: periodista que no aceptaba un trabajo era despedido sin contemplaciones. En mi caso, luego del desastre del artículo mencionado, peor aún. Por tanto, hice rápidamente las maletas y me dispuse a salvar mi pellejo entrevistando a la fulana esa, que no sabía quién era, como tampoco sabía qué diablos era eso de los gorgoritos, pero ya lo averiguaría más tarde.
Solicité por teléfono una cita con uno de los editores del semanario Voces: les informé que era un periodista peruano que iba a llegar a Madrid dentro de dos días, en procura de datos para efectuar una entrevista. Me fijaron como fecha el jueves a las 4 de la tarde, yo llegué al aeropuerto de Barajas al mediodía.
Tras registrarme en el hostal Gran Duque, acudí a las instalaciones de Voces. Allí me recibió un cuarentón que podría calificar como el típico colorado español; yo había entrevistado europeos antes, pero ante su presencia me sentía tan inseguro como un párvulo entrando por primera vez a un kindergarten.
— He sido comisionado — expliqué, tosiendo — para entrevistar en exclusiva a una señora de nombre Josefa Flores. Como ustedes son los últimos que la han fotografiado, pensé que…
Una secretaria, que se hallaba tajando lápices en un escritorio contiguo, no pudo evitar hacer una mueca que parecía una sonrisa. El editor empezó a reír.
— Disculpe… ¿dijo usted Josefa Flores? — dijo finalmente el cuarentón, luego de tomar un gran sorbo de agua —. ¡La camarada Pepa Flores, la malagueña, no le da entrevistas a nadie! ¿Me oye? ¡A nadie! El día que el Señor se la lleve, a San Pedro le va a costar un buen fajo sacarle su nombre y apellidos. ¡Punto!
Quedé estupefacto. Me habían jugado muy sucio. Pero no iba a rendirme. Pedí más datos. A través del editor me enteré de que de niña, allá por los inicios de la década de los sesenta, había hecho películas, que se había convertido en un fenómeno, que se convirtió al comunismo y posteriormente, luego de mandar todo por el drenaje, y ahora vivía en su terruño natal, alejada de todo, junto a su tercer esposo.
—Pero mejor ahorre su billete para Andalucía — añadió, finalmente, el editor —. Lo más probable es que lo manden a tomar por culo, colega.
Tanto insistí, que terminó alcanzándome una tarjeta con la dirección de un restaurante, donde se le podría hallar, y un número de Voces con la dichosa foto. Llamé a mi revista: le dije al director que debía viajar a Málaga, por lo cual necesitaba más dinero. El miserable me dijo que tome un autobús, más aún, que me apresure porque me quedaban tres días de plazo. Hice lo único que podía hacer, es decir, morir en mi ley. La mañana siguiente, muy temprano, tomé el maldito autobús y llegué a la costa luego de seis fatigosas horas. No pensaba quedarme más de una noche allí, de modo que me dirigí inmediatamente a la dirección escrita en la tarjeta.
A punto de entrar al restaurante, me acometió un nuevo acceso de tos. Los malos cigarrillos nacionales y los lonchecitos insalubres del centro de Lima debían ser los culpables, pensé. Juré que acudiría donde un facultativo a mi regreso, como tantas otras veces, y me senté en una de las mesas.
— ¿Qué se va a servir, buen hombre? — me preguntó una mujer bajita.
No sabía qué pedir, de modo que ordené lo primero que vi en la carta. Cuando la empleada regresó con el pedido, le pregunté quién era el dueño del lugar.
—Doña Josefa Flores, por supuesto. Se nota que es usted extranjero…— respondió, sonriente.
— ¿La de los gorgoritos?
Un silencio terrible siguió a aquella pregunta. Una pareja, que se hallaba en una mesa cercana, se me quedó mirando. Instintivamente introduje dentro del abrigo la revista que llevaba, bajé la mirada hacia el plato, volví a toser esperando que la camarera se largara. Extraje una pastilla roja de mi bolsillo, la engullí, comí con desgano, estaba claro que ya no podría solicitar ninguna información allí. Aguardé a que se apareciera la dueña, pero fue inútil. Salí, caminé e hice preguntas. Me topé finalmente con un hombre quien en un primer momento me pareció muy rústico, pero que sabía algo de espectáculos. El motivo de mi visita a Málaga pareció haberle entusiasmado, porque empezamos a hablar y terminamos bebiendo cerveza en un bonito lugar.
— Aquí too er mundo siente mucho respeto por Doña Pepa — me dijo, para comenzar. Estoy seguro de que si le hubiera dicho que en el Perú teníamos un turrón que se me llamaba igual, el tipo me hubiera acuchillado, de modo que lo dejé hablar. Me comentó que sus películas se vieron no solo en España, sino en toda Latinoamérica y hasta en el Japón, es más, conocía un local donde se estaba pasando una en esos momentos.
Me sentí un tanto sorprendido. Yo debía conocerla entonces, una estrellita así de los sesentas no podía estar tan fuera de mi alcance, a pesar de mis escasos 35 años. ¿Qué podría haber estado haciendo yo aquellos días de mi niñez? Pero no, no la recordaba. Hubo personajes y capítulos que tenía presentes, muchos de esos los recordaba con desagrado, no soy de los que piensan que siempre la niñez provoca nostalgia, sino los buenos momentos, no importa la edad en la que se vivieron; en mi caso, fueron muy pocos.
— ¿Quiere saber quién era en verdá’ Pepita Flore’? Venga conmigo.

Me llevó a un cine de barrio donde exhibían el filme que quería que viera. Lo que se me mostró fue a una niña rubia cantando un fandango, una malagueña rubia en una tierra sembrada de morenas, pero no llevaba el nombre de Josefa Flores, ni Pepa, ni Pepita, sino un seudónimo, si me lo hubieran dicho ya no hubiera estado tan despistado… ¿Por qué nadie me dijo nada? ¿Tanta prisa tenía el director de Realidad en deshacerse de mí, que no se le ocurrió otra cosa que dejarme en la inopia? Empecé a imaginar cosas. ¿Acaso el editor de Voces estaba en complicidad con el susodicho? ¿Habría más gente implicada detrás de todo esto…?

Y fue entonces, al salir del teatro, que el residente me todo lo que sabía: que a Josefa Flores, la malagueña, la descubrió un tal Goyanes, que le oxigenaron el pelo, que no la mandaban al colegio, que ni un rayo de luz [1] ni de esperanzas de salir de allí brotó en su cielo. Que nunca llegó un ángel a rescatarla, que no fue una nueva Cenicienta con un príncipe buscándola para llevarla en corcel blanco. Que su carita de niña solo era una máscara, su máscara; en resumen, que nunca tuvo el corazón contento como más tarde se empeñó en decirnos cantando.
Pensé entonces en todo lo que yo me quejaba: mi empleo, mi salud, mi vida anterior. ¿Yo me quejaba? Sentí vergüenza. Que un par de chicos me pegaran de pequeño no me había matado, al menos yo pude salir a la calle; que en el colegio me molestaran tampoco, al menos yo pude ir al colegio. Me vi en un espejo imaginario y, de algún modo, comprendí algo que inconscientemente me había negado durante demasiados años: era demasiado joven para falsas enfermedades, pero lo suficientemente inteligente para darme cuenta de que ellas eran el modo que tenía yo de desafiar a la vida a que me matara realmente.
Pero Pepa, Pepita, la sin niñez, la precoz cantaora, la minita de oro de alguien… ¿Quién era el responsable de haber fabricado una muñeca así, velada figurita de porcelana del franquismo? Tal vez Ud. señor Goyanes, explotador, por desvalijarle la infancia a una niña pobre del barrio de Capuchino; o bien Ud., señor Algueró [2], porque sin usted la niña no habría tenido que hacernos creer que la vida era una tómbola; o incluso usted, señor Alfonso Paso, un dramaturgo de su talla haciendo libretos para… Pero ya no tenía tiempo para pensar en eso, el provinciano dijo conocer su domicilio; le dije entonces qué esperábamos, vayamos de prisa: mi cuerpo empezaba a resentirse por el calor infernal impuesto por el terral.
— Tiene Ud. suelte: allí está, mire…
La figura de la mujer, que coincidía con la foto de la revista, contrastaba exorbitantemente con la de la pequeña que acabábamos de ver en el cinematógrafo. Definitivamente, me quedaba con esta última, todo lo demás parecía desvanecerse, tras ver a la pequeña no me importó que después, según mi compañero de butaca, posara desnuda o que su segunda boda fuera apadrinada por Fidel Castro; yo había comprendido suficientes cosas ese día y no tenía derecho a pedirle a esa mujer, quien se aprestaba a entrar en su domicilio, que me diera la oportunidad de salvar mi empleo.
— ¿Sabe usted si alguien, fuera de Málaga, conoce a su tercer esposo? — fue lo último que le pregunté al provinciano.
— Pepa Flore’ solo tiene marío en esta tierra — aseveró —. Para er resto der mundo está casada con la soledá’.
De vuelta en el hostal de Madrid, me dirigí a la mesa de recepción, pedí larga distancia y llamé a las oficinas de Realidad. El director no estaba, pero dejé un mensaje: no habría artículo y regresaría a Lima esa misma noche. Me quedé en el lobby leyendo un diario. No pasó mucho para que me dijeran que tenía una llamada urgente. Estaba calmado: sabía perfectamente lo que me esperaba. Luego, me introduje en mi habitación y, preparando las maletas, el último pensamiento que tuve antes de acostarme y abandonar luego la península fue para una rubiecita que cantaba tanto como su garganta plateada se lo permitiera.
“Y la pobre chiquitina / quisiera ser tan alta como la luna, la luna..."
Dejé mis píldoras reposando sobre la mesa de noche. Me acerqué a la ventana, pero en lugar de la ciudad lo que contemplé fue la pequeña estrella que debía ser la misma que aquella malagueña, hacía muchos lustros, pensó que el destino la había cruzado en su camino y que debía llevar siempre junto a sí.
[1] En cursiva se muestran títulos de canciones o películas de Marisol, cantante y actriz (n. Josefa Flores Gonzales, Málaga, 1948 - )
[2 Augusto Algueró Dasca, compositor y arreglista (Barcelona, 1934 - )



Marisol - Chiquitina por pequenobaul

jueves, 30 de septiembre de 2010

Adiós a la Esquina del Lector

Este es el estado en que se encuentra la llamada "Esquina del Lector", ubicada frente al Parque Murillo, en San Isidro. Por cierto, esta será una de las últimas fotografías que verán de dicho lugar, porque ya se están dando los primeros pasos para su demolición: la cadena Marriot tiene pensado construir un hotel allí, de modo que no quedarán ni los escombros de algo que solo se quedó en proyecto.
Originalmente, se pensó transformar a este local en un recinto cultural, algo que pudiera atraer la atención del público. Pero, luego de una inauguración en la que participaron Alfredo Bryce Echenique y Abelardo Sanchez León, y en la que distintas librerías se hicieron presentes a través de stands, todo quedó rápidamente en el olvido. Tal es así que nadie se molestó siquiera en cuidar los paneles. Uno se pregunta dónde estaba el serenazgo más caro de Lima cuando arrancaron de cuajo el correspondiente a Alonso Cueto, o cuando "redecoraron" el de Guillermo Niño de Guzmán con aerosol de color negro.
Así, la "Esquina del Lector" continuó siendo un lugar abandonado, peor aún cuando el lujoso restaurante que funcionaba frente al parque, denominado "El Cartujo", regentado por Gisella Gerber, se fue sin pena y gloria y toda esa manzana quedó convertida en lo más feo de San Isidro, de lejos.
Hubiera sido bonito que el restaurante continuara ofreciendo sus cebiches y fetuccinis con nombres de libros, o que en la casa de color palo de rosa se hubiera instalado una galería. Pero de nada sirve ahora seguir usando el pretérito imperfecto: como ven, ya empezaron a tirarse todo abajo. A decir verdad, pienso que ya no podía hacerse otra cosa con esta parte de ese distrito.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Cuidado con esas traducciones

Tras una excavación en el norte del país, los arqueólogos acaban de revelar la existencia de una carta del siglo XVII, cuya importancia radica en contener un texto escrito en un lenguaje desaparecido denominado "pescadora", hablado en esa región hace cinco siglos. La carta contiene una traducción hecha por los conquistadores, pero no hay ningún otro registro de este lenguaje. Las dificultades para reconstruir el significado real, sin guiarse por la dudosa traducción incluida, parecen ser insalvables.
Esto me trajo a la mente un caso de duda insalvable que muestra las dificultades que tuvieron que abordar los primeros traductores bíblicos. Me refiero al famoso pasaje de Mateo 27:46. En todas las versiones del Nuevo Testamento que existen, las palabras del Señor se transcriben en su idioma original: "Eli, Eli, lama sabactani?" Es la única parte del Nuevo Testamento en la que aparece una frase en arameo... ¿por qué? Seguramente, porque la traducción da mucho que pensar: "Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?". Así, Jesús estaría citando el inicio del Salmo 22, cosa que podría tomarse como una debilitación de su fe en los momentos extremos de su suplicio. Esto habría les hecho temblar la mano a los traductores, dejando para otras personas una versión consistente.
En el transcurso de los años, el sacerdocio ha dado unas interpretaciones tan rebuscadas que nunca convencieron cuando se las escuchaba en los Sermones de las Tres Horas de Semana Santa. Pero en 1933 el catedrático George Lamsa (1892-1975) salíó adelante con una novedosa interpretación de este pasaje. Según Lamsa, el pasaje es una incorporación de dudosa exactitud, hecha por parte de los primeros traductores griegos, postulando la tesis de que el texto realmente debería decir: "Eli, Eli, lemana shabaktani", que significaría "Dios mío, Dios mío, para esto me has encomendado", con lo cual Jesús estaría diciendo que su destino se había cumplido.
Como era de esperarse, toda la plana de estudiosos ortodoxos se gastó en tratar de desmentir sus afirmaciones. Pero, por supuesto, es más sensato adoptar la traducción de Lamsa, de la misma manera que ya estásiendo aceptado el error de la traducción de Mateo 19:24 (no es un "camello" el que pasa por el ojo de una aguja, sino una soga).
Pero, por supuesto, a estas alturas ya es impensable un cambio de tal magnitud en Mateo 27. ¿Cómo quedarían los dramáticos Sermones de las Tres Horas, hechos a voz en cuello durante tantas y tan poco sintonizadas jornadas televisivas?

Imagen tomada de aquí: http://picses.eu/image/07f8283e/

martes, 21 de septiembre de 2010

Olimpiada de Ajedrez 2010 en Khanty-Mansyisk

No fuimos a Dresde el 2008, casi no vamos esta vez, pero allí estamos finalmente, con dos equipos en Khanty-Mansyisk, un distrito autónomo a orillas de río Irtysh (Rusia), aunque al equipo femenino le falte la MIF Luciana Morales. Lo bueno fue que empezamos goleando en ambas ramas. Confiemos en que los nuestros no pierdan el paso y nos regalen nuevos triunfos. Arriba Perú.

viernes, 27 de agosto de 2010

Ambiciones exóticas

Cuando era niño y veía las series de Quinn Martin en blanco y negro (como "Los Invasores", por el canal cuatro) o me quedaba hasta la medianoche con "Un paso al más allá" para tener pesadillas, solía asaltarme el deseo de tener una mascota exótica. Primero fue un castor (no sé de dónde diablos salió esa idea), pero un castor era imposible de conseguir aquí, peor hacerlo vivir en un edificio de apartamentos y amanecer sin sillas al levantarse para el desayuno. Por allí encontré un artículo de Shannon Frye que describe lo maravillosas mascotas que pueden ser los castores. Uno de los felices poseedores comenta: "Tengo cuatro castores como mascotas y las amo. Les traje una camionada de madera y las dejé sueltas una semana en mi patio. Me hicieron una cabaña de madera de 3,000 pies cúbicos, con cuatro habitaciones. Me ahorré una fortuna en contratistas".

Luego fue una mariposa dragón, que podría vivir en un invernadero, pero que tendría que haber salido a buscar cada media hora cuando se volara por la ventana. Hay gente, por supuesto, que las tiene, por lo general personas a las que les da flojera tirar las cáscaras de plátano o dejan las naranjas a medio chupar, cosa que les favorece a sus mascotas. Porque, como todo el mundo sabe, a las mariposas les encantan las frutas podridas.

Bueno, hace algunos días caminaba por la avenida Alvarez Calderón y me tropecé con el anuncio que están viendo en la imagen. Sería exagerado decir que los erizos africanos, como mascotas, están de moda, porque la definición estricta de moda es "lo que más se repite". Y obviamente hay menos erizos como mascota que otras especies. Pero este anuncio me hizo recordar mis extrañas ambiciones infantiles. Y también el hecho de que no hace falta ser niño para antojarse de gustos extraños, exóticos como el de las personas que gustan de estos animales comedores de tenebrios, que es lo más les gusta. Pero yo, francamente, no me gustaría acostarme por la noche y descubrir que las sábanas pican más de lo debido. Preferiría encontrarme con pelos caninos: son más suaves.



miércoles, 11 de agosto de 2010

El remedio: peor que la enfermedad

Hace algún tiempo apareció en el mercado un producto que no hizo más que demostrar, una vez más, que algunas cosas son demasiado buenas para ser ciertas, o que nunca se obtiene una cura a cambio de nada.
En un principio, Chantix fue anunciado como la panacea para los fumadores. Según los estudios preliminares, el 44% de los sujetos a quienes se administró dejaban el cigarrillo. Y los médicos lo prescribieron alegremente a 4 millones de pacientes. Los problemas comenzaron cuando se empezó a prestar atención a los efectos secundarios. El 1 de febrero de 2008, la FDA puso sobre aviso a la gente y así, la firma fabricante, Pzifer, hubo de agregar una advertencia en línea sobre dichos efectos. Repasemos:

"Algunas personas han experimentado cambios en el comportamiento, hostilidad, agitación, depresión, pensamientos o acciones suicidas durante el tratamiento con Chantix. Algunas personas han tenido estos síntomas cuando empezaron a tomar Chantix, y otras los desarrollaron luego de algunas semanas de tratamiento o después de dejar de tomarlo. Si usted, o su familia, o su responsable le notan agitación, hostilidad o cambios de conducta, pensamiento o ánimo que no son típicos en usted, o si usted desarrolla pensamientos o planea acciones suicidas, o muestra ansiedad, pánico, agresión, ira, sensaciones anormales, alucinaciones, paranoia o confusión, deje de tomar Chantix y llame a su médico inmediatamente"

Esta especie de película de terror farmacológica no es, obviamente, lo que el fumador hubiera preferido como tratamiento para su adicción. Desde que apareció en el mercado, 37 suicidios y más de 400 tentativas han sido relacionadas con Chantix. Daniel Williams, conductor de Louisiana, paseaba por una carretera con su novia y su hijo de 8 años cuando súbitamente los ojos se le tornaron, viró su camioneta pickup a la izquierda, aceleró y cayó en un arroyo. El hombre había empezado a tomar Chantix dos días atrás.

Por allí cierto conductor de televisión, que no mencionaré, afirmó que la eficacia de Chantix consistía, mayormente, en eliminar fumadores, puesto que los muertos no fuman. Pero esto no es todo. Pfizer agregó más letras chiquitas a su mensaje de advertencia.

"Algunas personas pueden presentar serias reacciones cutáneas, algunas de las cuales pueden poner en peligro la vida, e incluyen: Bochorno, inflamación de la cara, boca y garganta que puede dificultar la respiración. Si tiene problemas de enrojecimiento o se le pela la piel, o le salen ampollas en la boca, deje de tomar Chantix y busque ayuda médica"

No, no es Chespirito haciendo el libreto de un episodio del doctor Chapatín. Es real. Es para preguntarse hasta qué punto se puede ser permisivo con un compañía farmacéutica y evitar que convierta a la población en una especie de gigantesco campo experimental. Finalmente, añaden:

"Los síntomas más comunes incluyen náusea (30%), vómitos, problemas para dormir o sueños vívidos, extraños o inusuales cuando esté bajo tratamiento con Chantix".

Así, la Administración de Aviación Federal (FAA) prohibió a sus pilotos tomar esta droga (que habían aprobado en un principio) y la Administración de Seguridad de Transporte Federal Motorizado (FMCSA) instruyó a sus médicos para no calificar a ningún chofer que tome este medicamento. La conclusión no puede ser otra que esta: el famoso remedio resultó tan beneficioso como la cicuta.

¿Me olvido de algo? Ah, sí. Una caja de Chantix cuesta, en los Estados Unidos, 139 dólares. El tratamiento requiere tres cajas. O seis, si usted reincide.

Imagen tomada de aquí: http://pharmagossip.blogspot.com/2008/05/chantix-found-in-ad-agencys-wastebasket.html

viernes, 30 de julio de 2010

Premio de Novela Breve - Cámara Peruana del Libro

Premiación del II Concurso de Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro, con presencia de la ganadora, Rosario Cardeña Tintaya.

martes, 27 de julio de 2010

Calles de Luz y de Paz

Exposición en las cuadras 46 y 47 de la Av. Petit Thouars, así como en las calles Domingo Orué y Salaverry, en Miraflores. Las obras de arte corresponden a Arnaldo Molinari.


Calles de Luz y de Paz por pequenobaul

viernes, 23 de julio de 2010

Primera tarde de la Feria

Cada vez que veo llegar la Feria del Libro me sobreviene la sensación de estar compartiendo algo con muchas personas, que no me han conocido nunca y nunca me conocerán, como cuando algo se pone de moda repentinamente. Por eso no me pierdo ninguna, y por eso siempre me preocupo por obtener material de cada una de ellas. De modo que, el día de la primera fecha, salí temprano de mi casa, con la intención de tomar algunas fotos con luz de día. Las baterías de mi cámara no aguantan muchos flashes, de modo que pensé que ahorraría energía llegando a las cuatro y media de la tarde.

Tal vez no debí entrar por el jirón Cápac Yupanqui. Esa entrada no es muy acogedora: un poco de soledad taciturna incrementó el frío abusivo que se colaba por debajo de mi abrigo. Llegué hasta una boletería en donde había que hacer lo que parecería inusitado en otras ferias del libro conocidas: pagar entrada. No me sorprendió ver una fila de engatusados para ver, una hora después, al periodista y dizque escritor Jaime Bayly, quien presentaría entonces su último libelo. La ignoré olímpicamente y entré en lo que parecían ser las entrañas de una serpiente roja. Un poco deprimente la vista, desde esa perspectiva, un ambiente muy apagado era el que ofrecía esa sección. Un poco más de claridad la obtuve al llegar a la entrada que da hacia Salaverry, para poder apreciar cómo las estatuas del parque nos veían pasar. A pesar de todo, en comparación con otras ediciones, era evidente que la luz no era la misma: tenía cierta opacidad particular, y no le voy a echar la culpa al día nublado, porque no lo era tanto. Sentí que la claridad no era suficiente: igual tuve que gastar las baterías en flashes una y otra vez.

Luego de recorridos la mayoría de los stands, me tomé un tiempo para ver cómo la gente que había aguardado una hora frente al Auditorio César Vallejo ingresaba a sentarse de prisa, pero quedó mucho espacio libre atrás, de modo que, al final de cuentas, cualquiera pudo entrar a ver a Jaime Bayly, quien, aparte de descartar su candidatura presidencial, argumentando que el sueldo de presidente no le alcanzaría para solventar su presupuesto, se mandó con cosas como:

"El cabrón que me operó, me tenía que operar del hígado, pero se equivocó: tenía que ser mexicano (...). Las enfermeras eran todas haitianas, de las que hablan en créole, y tú sospechas que, si tú te descuidas, te van a comer un brazo, ¿no? Yo dije, yo no me duermo aquí ni a cojones, deben ser antropófagas. En Haití, después del terremoto, no quedó ni un perro. Todos estaban fritos."

Y la multitud, babeante, lo aplaudía.

Salí de allí de inmediato para hacer un último recorrido por los stands que me faltaban. Posteriormente, me dirigí a la sala Blanca Varela, donde se iba a presentar Luis Hernán Castañeda. Allí, los tres acompañantes del autor, entre ellos el editor Alvaro Lasso, se extendieron en hablar acerca de las bondades tanto de la novela en cuestión, "El futuro de mi cuerpo". A Castañeda solo le quedó tiempo para leer un fragmento (a decir verdad, la parte final) de la novela y agradecer. No fui al stand a comprar el libro firmado, nunca hago eso. Por algún motivo, que no me interesa averiguar, nunca le pido firmas a nadie.

Todavía tuve tiempo, durante la última parte de esa tarde, para comprobar que ese frío inmoral que nos está atravesando a todos, que se ha dado el lujo este año de batir un récord, se encontraba presente también dentro del recinto ferial. Ni siquiera podía meterme las manos a los bolsillos del abrigo, pues en uno estaba la grabadora y en otro la cámara. Ya fuera del recinto, la cosa fue para peor, pues empezó a lloviznar.

Luego de esta experiencia criogénica, no sé si resulte provechoso regresar otro día que tenga pinta de ser igual de helado. Pero yo ya tengo un pequeño plan de visitas, así que, si el clima sigue fastidiando, supongo que tendré que proteger de algún modo las manos con las que escribo. El frío en las manos es el que más me molesta, más aún que cualquier cosa que pudiera incrustárseme en el pecho.

martes, 20 de julio de 2010

Una pequeña apuesta a ganador

El 3 de septiembre de 1959, el crítico y escritor francés Yves Gandon (1899-1975) fue entrevistado en Lima por el también crítico y autor de "La lira de Nerón", Alfonso La Torre. Gandon se encontraba aquí invitado por la Alianza Francesa para disertar sobre el tema "La Civilización del Vino".
- ¿No ha oído Ud. hablar de Ciro Alegría? - preguntó La Torre.
- No.
- Pero, sin duda, tiene referencias sobre César Vallejo.
Gandon simplemente siguió sorbiendo su jugo de naranja. Otro francés, Jean Max Moussineaux, estaba en la mesa, y le indicó a La Torre que Gandon era buen amigo de Ventura García Calderón, escritor peruano radicado en Francia.
- ¿Y pese a tal circunstancia, Monsieur Gandon, nunca ha oído hablar de Vallejo, ni de Ciro Alegría?
Gandon se encogió de hombros y revolvió su vaso. Tras una pausa, el ganador del Grand Prix de la Critique en 1938 habló:
- Le hago una apuesta. Le apuesto a que aquí, en el Perú, más personas han leído a Francoise Sagan que a Sero... Cerro... Cigo...
- Ciro Alegría - apuntó Moussineaux.
- Ah, merci... que Ciro Alegría. Y le concedo por anticipado la convicción de que el peruano es un autor más importante que la Sagan.
Alfonso La Torre, entonces, tuvo que aceptar que si Ciro Alegría hubiera vendido el tiraje que tuvieron aquí las tres "impertinentes novelitas" de la Sagan (entre ellas "Bonjour Tristesse", 1954), podría vivir de sus rentas y seguir produciendo. Gandon siguió bebiendo su jugo como si fuese un medicamento. "Sus ojos", comenta La Torre, "observaban mi vergonzonsa retirada como un hastío".
La pregunta sería en qué hemos cambiado. Porque las ventas de las modernas estrellitas del mainstream literario siguen superando en mucho a las logradas por destacados prosistas locales. ¿Quién vende más aquí: Paulo Coelho o Miguel Gutiérrez? ¿Isabel Allende o Enrique Prochazka? ¿Stephanie Meyer o... escojan ustedes? La respuesta podría ser terrible: hemos empeorado. Empeorado en el sentido de que, además del hecho de tener librerías llenas de literatura light,  también tenemos un cúmulo de editoriales que publican a autores estrictamente para el mercado local. La internacionalización de un escritor no es trabajo de ellas, sino del status socioeconómico del propio autor (debe, en primer lugar, irse de aquí; en segundo lugar, debe ser presentado por alguien a alguien, etc.). En cuanto a los tirajes, es fácil ver que el abismo entre los pequeños mercados y las transnacionales que promueven literatura fácil es mucho mayor ahora que hace cincuenta años.
Así que, realmente, La Torre solo estaba atisbando la punta del iceberg. Pero hace mucho rato que el Titanic literario local se estrelló con él.

(Los extractos de la entrevista fueron tomados de la revista "Cultura Peruana", Vol. XIX, Nº 135/136)

Imagen tomada de aquí: http://express.howstuffworks.com/wq-iceberg.htm