domingo, 11 de agosto de 2019

Cayeron en la trampa

Cuentan que un jugador de ajedrez estaba por disputar una partida importante en un torneo por equipos, cuando unos jugadores del equipo contrario no creyeron en sus habilidades, así que lo desafiaron a resolver un problema de mate en seis jugadas. El jugador, muy confiado, empezó a calcular todas las posibilidades. Se pasaron diez, veinte minutos, media hora y, por más que calculaba, no podía encontrar la solución. Hasta que llegó el momento de jugar la partida y sus   compañeros de equipo se acercaron. Cuando vieron lo que estaba pasando, echaron todas las fichas al suelo y le gritaron la verdad:
- ¡Estúpido, no hay ninguna solución! ¡Te pusieron delante esto para quemarte el cerebro antes de la partida!
Lo que ocurrió después entre los jugadores de ambos bandos no lo relataré, pero sí les contaré otra cosa más conocida y muy similar. Desde finales de los 60's y principios de los 70´s se produjo una serie de asesinatos cometidos por quien sería conocido como el "asesino del Zodiaco". Este sujeto no identificado envió una serie de cuatro notas notas a diversas personas con un extraño código que empezó ser descifrado. Una de ellas, sin embargo, contenía un mensaje: si descifraban un código de 18 letras, lo podrán capturar.
Los criptólogos se rompieron la cabeza tratando de descifrar el nombre del remitente en esas leteras. Pobres de ellos: les hicieron lo mismo que al pobre ajedrecista que menciono al principio. No hay ninguna solución. El código jamás ha contenido ninguna pista sobre el asesino del Zodiaco. Un sujeto capaz de jugar así con la policía no iba a cometer un error tan tonto como el que cometió Dennis Rader, el asesino BTK, quien le mandó un mensaje a las autoridades en un diskette (no fue un CD, tiren al tacho la Wikipedia en español) cuya procedencia posteriormente fue determinada. Eso le costó diez cadenas perpetuas consecutivas, muy merecidas para uno de los psicópatas más repugnantes de la historia del crimen estadounidense. Pero en cuanto al asesino del Zodiaco, tal vez los criptólogos debieron leer a Vargas Llosa y convencerse de lo que se decía Zavalita: "Piensa: no hay solución".

jueves, 1 de agosto de 2019

Grandes papelones

Nadie está impedido de hacer lo que la ley no prohíbe. Lo que debería ser ilegal es hacer cierto tipo de películas, que no hacen sino manchar la reputación bien ganada de algunos intérpretes. Digo esto porque acabo de ver completa, por simple curiosidad, la fallida producción de 1990 "Ultra Warrior", una especie de continuación de la también mediocre "Crime Zone", esta última dirigida por Luis Llosa. En ambas trabaja el argentino, radicado aquí, Orlando Sacha, mientras que en la segunda aparece la actriz peruana, radicada en Colombia, Diana Quijano, junto a un nutrido reparto nacional. Realmente es una lástima ver a estos dos buenos intérpretes rebajándose a tal grado, pero aunque digan que mal de muchos, consuelo de tontos, quisiera repasar algunos de los grandes errores cometidos por conocidos personajes de la cinematografía mundial, para que vean que esto es algo que afecta a ambos hemisferios terrestres, por igual. 1) Ray Milland, en "The thing with two heads". El ganador del Oscar, por su conmovedor retrato de un alcohólico en "The Lost Weekend", aceptó en 1972 el rol principal en una producción del payaso cinematográfico Lee Frost, titulada "The Thing with two heads", en la cual un médico racista une su cabeza, sin proponérselo, al cuerpo de un negro. Bastaría con leer las reseñas que abundan en la red, pero sería mejor que vean el trailer para saber de lo que se trata.
2) Ernest Borgnine, en "BASEketball". Conocido como hombre duro de la pantalla, con trabajos como "The Wild Bunch", Borgnine decidió aparecer en una secuencia de la comedia "BASEketball", con un denigrante monólogo que termina con el rudo actor cantando "I'm too sexy", rascándose el pecho. Lamentable.
3) Elizabeth Taylor, en "The Flintstones". Una performance hecha como si la Taylor hubiera estado sufriendo de amnesia, y se hubiera olvidado de toda su carrera anterior. Deplorable.
4) Halle Berry, en "Catwoman". Ya bastante se ha dicho de este filme, y tanto se ha dicho de la actuación de Halle Berry, que opacó a la de Sharon Stone, que a mi parecer es peor aún. En su discurso de aceptación del Razzie Award, Halle dijo: "Quiero agradecer a Warner Brothers, por haberme puesto en esta bola de mierda... es justo lo que mi carrera necesitaba". A decir verdad, no hace falta video en este caso.
5) Jeremy Irons, en "Dungeons and Dragons". ¿Qué hacía este interesante actor en un film tan malo? Ese misterio es más difícil de resolver que el rompecabezas que había que desentrañar en la película. Irons, quien recibió formación clásica en el Bristol Old Vic Theatre, hizo Shakespeare en Londres y protagonizó "French Lieutenant's Woman", "Dead Ringers" y "Reversal of Fortune", entre otras, resultó haciendo esto:

Si hasta parece la Paisana Jacinta, señores... ¡Inaceptable!
6) Michael Caine, en "Jaws: The Revenge". Hace algún tiempo, en una conferencia, alguien del público, convenientemente ubicado detrás, le dijo: "Señor Caine, yo soy realmente admirador de su trabajo, tal vez más que cualquier otro de los asistentes, pero... ¿por qué "Tiburón: la venganza", señor Caine? ¿Por qué?". El público se cagó de risa, pero no Caine. Se puso lívido, para terminar diciendo que no era una buena producción... pero ya había contrato y estaba en marcha. Para finalizar, añadiré la secuencia que es motivo de este post: Orlando Sacha y Diana Quijano, dirigidos por Augusto Tamayo San Román en una de esas películas que nunca debieron hacerse... pero que se siguen haciendo, lamentablemente.

sábado, 13 de julio de 2019

Sí hubo viaje a la Luna, pero...

El día 20 se cumplen 50 años del alunizaje del Apolo 11 en la superficie Lunar. Teorías conspirativas, sin embargo, afirman que no fue así. Se basan en varias cosas, por ejemplo, en las fotos trucadas, en la desaparición de los archivos del proyecto Apolo, hasta en la computadora de a bordo. Lo que yo digo es esto: cuando hay demasiada gente involucrada en una conspiración, las posibilidades de mantenerla a flote se reducen al extremo de que en algún momento se tendrá que aceptar la versión oficial. Por eso no soy de los que insisten en que Alan García está vivo porque para eso tendrían que ser cómplices los representantes del Ministerio Público que acudieron a su casa, los efectivos de la Policía Nacional que estuvieron presentes, el periodismo, los que lo condujeron al hospital, los médicos del hospital incluyendo a su director (incluso el cura que se apersonó a dar la extremaunción), los autores de su famosa tomografía y, por supuesto, los empleados del crematorio. Como cincuenta personas. En el caso del Apolo 11, también hubo demasiadas personas en escena. Aún así, los aficionados a la conspiración insisten, lo cual es ya una cuestión de ego, más que nada.
Veamos el caso de las fotos. La NASA ya arrastraba una larga "tradición" de modificar imágenes con fines publicitarios, como por ejemplo, la "caminata espacial" de un astronauta que no es sino una versión modificada del mismo astronauta sostenido por soportes en un estudio.


¿Eso prueba que nunca se hicieron caminatas espaciales? Claro que no, todos sabemos se han hecho muchas, pero también se trucaron fotos con fines publicitarios. Ahora bien, los teóricos de la conspiración presentan como evidencia una foto, supuestamente tomada en la luna, donde una sombra apunta hacia un lado y otra hacia otro lado. 



Eso, según dijeron los expertos de la Kodak hace algún tiempo, ocurre cuando un reflector apunta en una dirección y otro en una diferente (hace un par de días un técnico de cine de nombre Howard Berry intentó sostener lo contrario: lo he leído y, en serio, no le hagan caso). La imagen no es de la transmisión en vivo, sino supuestamente tomada por uno de los astronautas. Yo tengo que tomar la palabra de los expertos cuando dicen que esa foto debe haber sido tomada en un estudio, pero la pregunta es la misma: ¿Eso prueba que nunca hubo alunizajes? Es el mismo caso que la falsa foto de la caminata espacial: a igual principio, igual respuesta. 
Respecto al cinturón de radiación de van Allen, se dice que un ser humano no sobreviviría al pasar por allí, pero en realidad eso ocurriría si estuviera expuesto por horas. A la velocidad que iba la nave, los astronautas solamente estuvieron allí por minutos, recibiendo entre 0.16 y 1.14 rads, mucho menos que lo necesario para causar daño. Asimismo, se alega que la computadora de a bordo apenas tenía 16 K de memoria, mientras que una simulación actual de alunizaje requiere unos 256 MB; pero eso no explica cómo se pudieron mandar sondas no tripuladas equipadas con computadoras con capacidad y velocidad menores y no tuvieron ningún problema en llegar a su destino. Finalmente, está el alegato de que la tela de la bandera no podría mantenerse recta en el espacio, como se pudo ver en la transmisión en vivo, porque allí no hay viento; eso no tiene sentido, porque en un estudio cerrado tampoco hay viento, así que habría que barajar otra cosa.
El punto más fuerte de los conspiradores es el hecho de que el problema no es llegar a la luna sino regresar, y al respecto los argumentos de ambas partes no convencen del todo. No se puede evitar que la falta de transparencia por parte de la NASA genere sospechas y de allí vienen las teorías. He visto muchas tan disparatadas que son sorprendentes, como que una botella de gaseosa apareció en la trasmisión australiana de la misión, un hecho que se discutió allá por diez días en la prensa. Hay para todos los gustos, pero nadie parece estar conforme. ¿Qué hacer entonces con los detractores, si la agencia espacial jamás dio explicaciones asumiendo que no tiene por qué darlas? Yo, personalmente, pienso que sí ocurrió el alunizaje del Apolo 11, pero aún así, me permitiría hacer una pregunta final: ¿Fue el Apolo 13 la cortina de humo más grande de todos los tiempos? Si eso es cierto, cualquier cosa podría ser cierta.




jueves, 30 de mayo de 2019

Todo por un par de libros

Pensé que sería fácil comprar los dos libros del Premio Copé 2018, pero fui a un par de librerías cercanas a mi domicilio y nada, así que decidí acercarme a las oficinas de Petroperú. Fui el día 28 a las 2 de las tarde. Para ello, tengo que tomar primero un micro hasta Juan de Arona y recorrer toda la avenida a pie hasta Córpac, no hay otra. Llegué al edificio, donde una señorita dijo que todo el mundo había salido y me dio un número de anexo para llamar cuando la gente regresara. Me dispuse a matar el tiempo entrando a una exposición que se halla en otro ambiente del complejo y recordé que la librería Casatomada estaba en Juan de Arona, la había pasado de largo. Llamé, pero sin resultados: la empleada ni siquiera estaba segura de saber qué libro estaba buscando. Así que seguí esperando. Luego de treinta minutos de llamar inútilmente al anexo de Petroperú, me enteré que ese día se presentaban los libros en la Universidad Villarreal y todo el mundo estaba allá. No iban a regresar, aunque sí me mandaron los precios de los libros por messenger. 
Tomé uno de esos micros que van por todo Alfonso Ugarte y a esa hora, en la Plaza Bolognesi, se produce uno de los embotellamientos más malditos que he visto: 28 minutos atracados. Cuando llegué a la Villarreal ya no había nadie, ni siquiera dejaron una mesita para vender los libros. Entonces me fui al jirón Quilca para comprar algunos vinilos y así ganar algo por el viaje. Cuando yo compro discos sencillos, primero hago consultas por internet porque solo me interesan los discos que nadie ha subido a la red, pero justamente se me acabó el saldo y no tenía datos, lo había gastado todo con las llamadas a Casatomada y Petroperú. Ni siquiera pude llevarme algo de allí. Viaje perdido.
Como me he jurado no subirme al corredor azul (primero muerto que comprar tarjetas), caminé hasta Arenales para subirme a una línea que me llevara a Risso y de allí tomar otra hasta mi casa. La que tomé en Risso tuvo un problema, nos devolvieron el pasaje y tuvimos que bajarnos todos. Tuve que tomar una línea más en la Av. Jorge Basadre. Al final, terminé tomando cinco carros distintos en una misma tarde, algo que no recuerdo haber hecho nunca.
Al día siguiente fui más precavido y llamé primero a Petroperú. Por fin, me respondieron diciendo que sí podían atenderme. Fui pensando que nada extraño podría ocurrir ahora; me subí en Conquistadores, llegué nuevamente a Juan de Arona y empecé a caminar. Y resulta que, al lado de la casa hacienda donde ahora está Astrid & Gastón, como surgida de una nube de azufre, se aparece una conocida señora de esas que tiene la costumbre de pedir plata por la calle, encuentro inaudito porque esa mujer vivía cerca de mi casa y no la veía desde hacía mucho tiempo.

- Hola... ¿cómo está? ¡Qué milagro! Ay, fíjate, me tuve que ir de Miraflores, se me venció el contrato y no tengo ni para el pasaje... ¿me puedes dar?

Saqué un sol y se lo iba a dar para dejara de joder pero salió con otra cosa.

- Ay, no seas malito... mira, allá hay un quiosco, cambia y me invitas una gaseosita...

Todo aquel que conozca a esa clase de personas sabe que a veces es difícil encontrar la manera de deshacerse de ellas. Yo le dije que estaba apurado por irme a la Av. Córpac, la dejé con el sol en la mano y salí corriendo sin mirar atrás. En Petroperú, me recibieron para decirme que los pagos se efectúan en la oficina de Interbank que está dentro del edificio. Me hicieron pasar por el detector de metales pero un nuevo roche ocurrió al vaciar mis bolsillos porque justamente estaban llenos de monedas como nunca. "Rompiste el chanchito", dijo una recepcionista. Pasé al interior y no había nadie en la ventanilla de Interbank. Tuve que esperar veinte minutos (una señora también llegó, ardiendo de cólera detrás de mí) para pagar los 35 soles (15 por el libro de cuentos y 20 por el ensayo, lo cual es curioso porque el ensayo tiene la mitad de páginas). Es más, tuve que ir a la ventanilla dos veces porque en Recepción notaron que al cajero se le olvidó sellar la salida, sin lo cual no podía abandonar el edificio. Por fin, me entregaron los libros. Todo por no esperar hasta la Feria de Libro para leerlos, pero quién sabe, tal vez por mi maldita mala suerte a Petroperú se le ocurría no asistir en esta ocasión.