Desde que la escuché por primera vez, la "Canción del Reloj de Arena", de Joseph Brooks, que interpreta Robby Benson en el filme "Jeremy" (conocido en algunas partes como "Jeremy y Susan"), me pareció una creación muy bien trabajada, una canción con un grado de preciosismo bárbaro. En la época en que esto ocurrió (mediados de los ochentas) en un programa de recuerdos, el locutor radial mencionó que, a difierencia de otros jóvenes actores, Robby Benson había ingresado al gran mundo cinematográfico "por la puerta grande" con este filme.
Hace algunos días, me acordé de la canción y decidí buscar la película. Antes que eso, revisé algunas notas y opiniones: en IMDb figura con 7.0 sobre 10 y, bueno, cierto crítico recomendó el filme jurando que cualquier persona llegaría a amarlo cunado lo vea. Entonces lo vi. Lo mejor que puedo decir es esto: no pienso volverlo a ver jamás.
La inocencia que exuda este pastiche, escrito y dirigido por Arthur Barron en 1973, permite deducir cuál es el público al que fue ofrecido y con qué intención. Las escolares soñadoras de los setentas, a quienes sus novios les pagaron la entrada para participar de este cuento, deben haber estado de plácemes poniendo sus pupilas durante los 90 minutos que ocupó en sus vidas la exhibición de "Jeremy"; pero que haya gente, después de casi 40 años, capaz de mostrar apego a este filme, no hace sino evidenciar que, muchas veces, la razón no entra en juego cuando se trata de aquilatar recuerdos de tiempos agradables.
Pero de todo ese sentimentalismo diabético que ofrece Benson interpretando a un nerd de caricatura, enamorado de su muñequita de vestido azul, me considero yo bien vacunado. Y la mayoría de comentaristas que se muestran a favor de impulsar la vista de este filme deberían buscar la salvación de sus almas, porque, por mejor que hablen, "Jeremy" fue un bodrio en su estreno, 40 años después lo sigue siendo y lo seguirá siendo. De eso, por supuesto, no estaban enterados quienes nominaron este filme a una Palma de Oro en Cannes, por no mencionar que le dieron un premio al "mejor primer trabajo". Pero, claro, el hecho de que Barron jamás hizo otra película para la pantalla grande les abrió los ojos, al final de cuentas.
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