domingo, 23 de febrero de 2020

La CNN, letrina del periodismo

Antes de hablar de toda esta banda de gente traumada por los resultados electorales del 2016, es preciso educar a aquellos desubicados que consideran a Cable News Network (CNN) como una voz defensora de los derechos humanos por el solo hecho de irse contra Trump o contra cualquier otro que no simpatice con el podrido Partido Demócrata. Empezaré diciendo que si alguna vez esta cadena tuvo alguna "época de oro" fue cuando Larry King era la estrella indiscutible, razón por la cual se le permitía todo: una vez le preguntaron qué concursante del Miss América era la más fea y respondió "Miss Pennsylvania. Hizo un buen acto de ventriloquía pero el muñeco era más bonito". 
Pero dejemos eso y vayamos a la época donde la CNN se convirtió en lamebotas del Partido Republicano, aunque no lo crean los ridículos pulpines que no vivieron en esa época y se tragan todas las patrañas que ven en esta cadena. Vayamos a lo que pasó inmediatamente después de los ataques del 11 de setiembre de 2011, durante el gobierno de George W. Bush (hijo). Allí, un grupo se presentó en la CNN hablando de una presunta conspiración detrás de los ataques. Un joven periodista, acérrimo defensor de la Administración, con un tono petulante prácticamente los echó del set. "¡Cállense! ¡No vamos a permitir que hablen de esa manera tan inculta de nuestro presidente!". Ese periodista era Tucker Carlson, aunque con más pelo, quien estuvo allí del 2001 al 2005 haciendo sus pininos. Ahora vayamos al año 2003: una vez iniciado el ataque a Irak por parte del genocida Bush, la CNN puso en pantallas una encuesta donde no se preguntó a la gente qué opinaba sobre la invasión, sino que preguntaron: "¿Apoya usted la labor de nuestros soldados en Irak?". Es evidente que era una pregunta tendenciosa, pues la gente no iba a opinar en contra de sus hijos que habían sido destacados al golfo. La CNN, por supuesto, aplaudió los resultados diciendo que "el 70% de la gente apoya las acciones armadas".
Y ni hablar de la tremenda cobertura que le hicieron a la campaña del Partido Republicano del 2004 donde se buscaba la reelección de Bush. Me lastimó el hígado ver a Arnold Schwarzegger, entonces gobernador de California, exclamando su apoyo al genocida de Irak con su voz de orangután: "Four more years! Four more years!", levantando el brazo como el simio de la película "2001, Odisea del Espacio" cuando descubrió que un hueso podía usarse como arma. ¿Qué pasó luego? Pues que en el año 2008 estaba muy claro que Barack Obama iba a ganar la presidencia. La CNN inmediatamente se cambió de camiseta. Se deshicieron de todo lo que pudiera ser contrario a su nuevo look. Pero el 2016 apostaron por la continuación de la película, es decir Hillary Clinton y, a pesar de todo que hicieron para meterla en la Casa Blanca, perdieron.
A partir de allí, todo lo lejanamente objetivo que le quedaba a esta madriguera periodística desapareció. Mentiras tras mentiras empezaron a surcar la pantalla. Por ejemplo, el 18 de enero de 2019 difamaron a un menor de edad, estudiante católico, pintándolo como el hijo de Hitler por quedarse quieto frente a un grupo de protestantes de una tribu americana que lo abordaron tocando un tambor. El 7 de enero de este año la CNN tuvo que pagarle una millonada a su víctima. Tampoco tienen reparos en darle cámara a cualquier pelmazo que diga lo que ellos quieren escuchar. Un tiempo atrás, apareció una actriz porno diciendo que Trump le pagó por callar el hecho de tener una relación con él, y el abogado de la susodicha, Michael Avenatti, se convirtió en la nueva estrella de la CNN, habiendo aparecido en dicha cadena nada menos que 121 (lo pongo en letras, ciento veintiún) veces. El 15 de marzo de 2019, Avenatti fue arrestado por extorsionar a la firma Nike por una suma de 25 millones de dólares. El 14 de febrero de este año, el invitado estrella de la CNN fue declarado culpable y enfrenta hasta 47 años de cárcel. La CNN prefirió quedarse calladita.
Esa es, pues, la CNN de hoy, una caverna de periodistas subnormales, hipócritas y rastreros que ya no saben qué hacer con sus cámaras. O tal vez siempre lo fueron. Depende del cristal con que se mire.