Cualquier persona de la base cuatro sabe perfectamente que la industria fonográfica nacional, desde los años setentas hasta los noventas, fue la responsable de lanzar al mercado los peores cassettes musicales (me refiero a la calidad de fabricación) de Sudamérica. Todos, con muy raras excepciones, eran una maldita estafa. El primer cassette importado que tuve, traído al hogar por una tía de California, me hizo pensar que los originales de aquí serían igual de buenos, máxime cuando, aunque parezca increíble, en una época costaban un poco más que los LP. Las cosas, lamentablemente, no fueron como pensaba. Luego de haber comprobado el modo en que estaban hechos los items de fabricación nacional, a través de una colección de mi tío, con ejemplos gloriosos como el "D'Arienzo for export" donde más que los tangos se escuchaba un ruido de tsunami, decidí esperar unos años para arriesgarme con la Sono Radio (distribuidora de CBS) y adquirir mi primer cassette nacional: el "52th Street" de Billy Joel. Lo primero que experimenté fue un sonido cuya calidad a duras penas igualaba al de una transmisión de fútbol por radio AM o de coloquio transoceánico por banda corta. Al llegar a "Honesty", en un momento pareció que a Joel lo estaban colgando, o mejor dicho, dos momentos, porque la falla se repite al final de la canción (y también en "My Life"). Revisé la cinta: eso no parecía una cinta magnetofónica. Esa cosa negra parecía un lazo de duelo nacional. ¿Dolby System? No me hagan reír que me acaban de sacar las amígdalas. El símbolo de Dolby aparecia borrado con plumón en el papelito que fungía de portada.
Eso me lleva a comentar lo siguiente: en ese entonces, la piratería musical se hacía en base a cassettes copiados de LP y sonaban mejor que los originales. Los vendían en infinidad de lugares; en los setentas, incluso las propias tiendas grababan dichos cassettes piratas. ¿Con qué cara podían quejarse El Virrey, Sono Radio, IEMPSA, etc. de la piratería, si el mercado informal ofrecía un producto mejor a bajo precio? Es algo muy diferente a comprar un libro pirata mal fotocopiado y peor encuadernado que es para leer y esconder antes que se le caigan las páginas.
A pesar de todo, años más tarde probé con algo del recordado vocalista de Queen. Pobre Freddie, qué manera de ofenderlo aquí con ese producto. Su recopilación póstuma, "The Freddie Mercury Album", sonaba como si la cinta se hubiera caído a un lodazal. ¿La inigualable voz de Farrokh Bulsara? Hay que ser justos: las cuatro primeras canciones suenan más o menos, pero a partir de allí lo que se oye parece un toro con ronquera, no al creador de "We are the Champions". Ese cassette lo compré porque no había CD disponible, pero después, con la apertura de los locales del jirón Quilca, pude finalmente deshacerme de él y adquirir un producto que me permitiera llevar a Mercury a un mejor lugar en mi colección. Luego descubrí las galerías Brasil, en las cuales arrasé con los cassettes importados, originales, con música de los ochentas, que disfruté durante la última parte de la década siguiente en un equipo JVC importado. También me metí al local de long-plays del jirón Zepita, a completar mi música con discos LP importados, a través de los cuales pude comprobar que era cierto lo que leí alguna vez: "Tocado en un equipo apropiado, el vinyl hace añicos al compact". Por supuesto, quien dijo eso estaba pensando en la industria extranjera, no en nuestros pálidos discos de vinyl que solo superaban a los tristes cassettes nacionales.
Esa es, pues, la historia del cassette de manufactura local. Ya no se fabrican, pero me parecía bastante fresco el slogan que aparecía, en los últimos años de su existencia, en la parte interior de la etiqueta, instándonos a proteger la industria fonográfica. Yo, obviamente, siempre preferí proteger mis oídos.
Eso me lleva a comentar lo siguiente: en ese entonces, la piratería musical se hacía en base a cassettes copiados de LP y sonaban mejor que los originales. Los vendían en infinidad de lugares; en los setentas, incluso las propias tiendas grababan dichos cassettes piratas. ¿Con qué cara podían quejarse El Virrey, Sono Radio, IEMPSA, etc. de la piratería, si el mercado informal ofrecía un producto mejor a bajo precio? Es algo muy diferente a comprar un libro pirata mal fotocopiado y peor encuadernado que es para leer y esconder antes que se le caigan las páginas.
A pesar de todo, años más tarde probé con algo del recordado vocalista de Queen. Pobre Freddie, qué manera de ofenderlo aquí con ese producto. Su recopilación póstuma, "The Freddie Mercury Album", sonaba como si la cinta se hubiera caído a un lodazal. ¿La inigualable voz de Farrokh Bulsara? Hay que ser justos: las cuatro primeras canciones suenan más o menos, pero a partir de allí lo que se oye parece un toro con ronquera, no al creador de "We are the Champions". Ese cassette lo compré porque no había CD disponible, pero después, con la apertura de los locales del jirón Quilca, pude finalmente deshacerme de él y adquirir un producto que me permitiera llevar a Mercury a un mejor lugar en mi colección. Luego descubrí las galerías Brasil, en las cuales arrasé con los cassettes importados, originales, con música de los ochentas, que disfruté durante la última parte de la década siguiente en un equipo JVC importado. También me metí al local de long-plays del jirón Zepita, a completar mi música con discos LP importados, a través de los cuales pude comprobar que era cierto lo que leí alguna vez: "Tocado en un equipo apropiado, el vinyl hace añicos al compact". Por supuesto, quien dijo eso estaba pensando en la industria extranjera, no en nuestros pálidos discos de vinyl que solo superaban a los tristes cassettes nacionales.
Esa es, pues, la historia del cassette de manufactura local. Ya no se fabrican, pero me parecía bastante fresco el slogan que aparecía, en los últimos años de su existencia, en la parte interior de la etiqueta, instándonos a proteger la industria fonográfica. Yo, obviamente, siempre preferí proteger mis oídos.
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