martes, 29 de junio de 2010

Pues... que lancen la primera piedra

En el Evangelio de Juan, desde el cap. 7 vers. 53 hasta el cap. 8 vers. 11, se describe el conocido pasaje de Jesús con las adúlteras. Un grupo de mujeres iban a ser apedreadas por haber cometido adulterio y Jesús detuvo a la turba. Según el Evangelio, Jesús se dirigió a la gente con estas palabras: “Aquel que esté libre de pecado, que lance la primera piedra”. Esto va de acuerdo con los preceptos de amar a todos nuestros semejantes ya enunciados por el Salvador en distintos pasajes bíblicos.
Pues bien, podría ser que todo sea producto de la fantasía de algún transgresor misterioso. Algunos expertos afirman que ese pasaje es un añadido posterior. Está excluido de muchos de los manuscritos griegos de los primeros tres siglos, no aparece en el Diatessaron (una especie de Texto Unico Ordenado de los Evangelios) y la primera referencia al respecto procede del siglo V. Indican estos estudiosos que Juan nunca escribió eso (por no decir que el pasaje no se describe en ningún otro Evangelio), y proveen buenos argumentos en defensa de dicha tesis.
Pero hay una explicación más interesante al respecto: pero parece ser que a cierto sector del sacerdocio de los primeros siglos de nuestra era no le gustó dicha historia. No era coherente para ellos el hecho de que Jesús perdonara el adulterio, obviando el hecho de que el Hijo de Dios estaba aquí para perdonar los pecados del mundo. Por tal motivo el pasaje (conocido como Pericope adulterae) fue excluido sistemáticamente del texto. Para mala suerte de los defensores de la teoría de la no existencia, en 1941 se descubrió en Egipto una colección de escritos atribuidos a Dirimo el Ciego (313-398) que dan fe de que la mencionada anécdota estaba en la posición que se le atribuye.
A pesar del transcurso de los siglos, en algunos países de esa región prevalece la pena de muerte por apedreamiento para la mujer (Irán, Arabia Saudita). No existe esa pena (y ni siquiera es materia penal actualmente) en el mundo occidental para el adulterio, donde el acto es casi una institución (según Kinsey, el 26% de las mujeres han tenido relaciones extramatrimoniales alguna vez). El extremo en Occidente está representado por el estado de Michigan, donde, por una absurda combinación de leyes, el adulterio podría ser castigado con prisión de por vida (aunque nunca se ha aplicado esta interpretación). Por cierto, aquel que mata “por honor” a quien es descubierto con su mujer está exento de pena en Jordania y Siria. Y, en el mundo occidental, habrá que mencionar como mero ejemplo que en 1927, un subteniente de caballería mexicano, Alfonso Nagore, fue absuelto por matar a su esposa y a su jefe por esa causa.
Sea como fuere, el caso es que actualmente, por extensión, “arrojar la primera piedra” se usa para cualquier situación en la cual alguien es juzgado por personas que probablemente no tengan “autoridad moral” para ello. El problema aquí sería que, generalmente, las personas que emplean las palabras de Jesús lo hacen para pretender librar a algún pariente criminal o correligionario corrupto de un castigo. Y esto, por supuesto, va más allá de cualquier consideración moral atendible. Si la justicia dice que se lance el primer proyectil, pues no hay más remedio: dura lex, sed lex.

Imagen: "Jesús y la mujer adúltera" (1621) , por Guercino (1591-1666).

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