Cuentan que un jugador de ajedrez estaba por disputar una partida importante en un torneo por equipos, cuando unos jugadores del equipo contrario no creyeron en sus habilidades, así que lo desafiaron a resolver un problema de mate en seis jugadas. El jugador, muy confiado, empezó a calcular todas las posibilidades. Se pasaron diez, veinte minutos, media hora y, por más que calculaba, no podía encontrar la solución. Hasta que llegó el momento de jugar la partida y sus compañeros de equipo se acercaron. Cuando vieron lo que estaba pasando, echaron todas las fichas al suelo y le gritaron la verdad:
- ¡Estúpido, no hay ninguna solución! ¡Te pusieron delante esto para quemarte el cerebro antes de la partida!
Lo que ocurrió después entre los jugadores de ambos bandos no lo relataré, pero sí les contaré otra cosa más conocida y muy similar. Desde finales de los 60's y principios de los 70´s se produjo una serie de asesinatos cometidos por quien sería conocido como el "asesino del Zodiaco". Este sujeto no identificado envió una serie de cuatro notas notas a diversas personas con un extraño código que empezó ser descifrado. Una de ellas, sin embargo, contenía un mensaje: si descifraban un código de 18 letras, lo podrán capturar.
Los criptólogos se rompieron la cabeza tratando de descifrar el nombre del remitente en esas leteras. Pobres de ellos: les hicieron lo mismo que al pobre ajedrecista que menciono al principio. No hay ninguna solución. El código jamás ha contenido ninguna pista sobre el asesino del Zodiaco. Un sujeto capaz de jugar así con la policía no iba a cometer un error tan tonto como el que cometió Dennis Rader, el asesino BTK, quien le mandó un mensaje a las autoridades en un diskette (no fue un CD, tiren al tacho la Wikipedia en español) cuya procedencia posteriormente fue determinada. Eso le costó diez cadenas perpetuas consecutivas, muy merecidas para uno de los psicópatas más repugnantes de la historia del crimen estadounidense. Pero en cuanto al asesino del Zodiaco, tal vez los criptólogos debieron leer a Vargas Llosa y convencerse de lo que se decía Zavalita: "Piensa: no hay solución".
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