
Una sola vez vi que alguien pidiera que le devolvieran los centavos. Fue un año después de los inicios de la circulación de las monedas, cuando un turista entró a un Wong y los pidió. No solo eso, le solicitó a la cajera que le diera los de bonitos de metal, no los plateados feos. En todo caso, aquí quien sale perdiendo es Caritas o cualquier otra causa a la que se remiten las donaciones.
Dentro de dos días, por lo tanto, tendremos pequeñas piezas de museo en las cornisas de las ventanas, debajo del Buda o del ekeko que atraen el dinero o en alguna latita que sirve para acumular los centavos. Si hay alguien contento, deberán ser las cajeras, puesto que ya no tendrán que hacer uso de la oración "¿Quiere donar sus centavitos...?" que hasta ahora tenían que repetir 600 veces diarias cada una.
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