martes, 26 de abril de 2011

Carlos Eduardo Zavaleta (1928 - 2011)

La única vez que hablé con Zavaleta fue en la premiación del Concurso de Cuentos "El Quijote" en 2005, en el cual obtuve el segundo lugar. Yo era entonces un primerizo en esto de las premiaciones, no conocía a nadie del mundo literario, me sentaron adelante y estuve allí quieto como una momia de Paracas algo de quince minutos. La primera persona con la que traté directamente allí fue la ganadora del concurso, Elsa Vértiz. Comenzamos a hablar de nuestras historias y de cómo las habíamos concebido, hasta que nos interrumpió un tipo que acercó a ella y le dijo algo así:
- ¿Usted es la doctora Vertiz? La felicito, pero encuentro que entre su historia y la mía hay ciertas similitudes.
Y le extendió (prácticamente le colocó en la mano), con la mayor frescura, su trabajo dizque similar (como diciendo ¿y a mí por qué no me premiaron?). La doctora, una persona muy educada, le sonrió y aceptó el manuscrito. Pero apuesto a que si el marido hubiera estado cerca, hubiera agarrado del cuello al impertinente.
En vista de este fastidio, me cambié a otra fila. Entonces fue cuando Zavaleta se sentó a mi lado, me pidió prestado el ejemplar del "Dominical" del Comercio que tenía y lo criticó severamente, tal vez con la mayor razón. Al hablar nos encontramos con que ambos habíamos sido, de muy jóvenes, entusiastas de la medicina para después buscar otras cosas. Y recordando los setentas, se le dio por contarme un viejo chiste del general Tantaleán que me hizo regresar a la niñez, era uno de los más conocidos de esa época que, obviamente, se tenían que contar en forma reservada. En ese momento, la ceremonia empezó y, lástima, los fotógrafos buitre (esos que se meten a sacar fotos, incluso en los entierros, para después venderle a uno los revelados instantáneos) no me alcanzaron a tomar una con él. Eso fue todo, luego tomamos el espumante obligatorio en el patio del museo, donde fui abordado por los mencionados mercenarios del flash, pasamos los premiados al salón de recepciones (excepto el joven que obtuvo la mención honrosa, quien cargó su colección de libros y desapareció) y media hora después me fui a casa.
De Zavaleta, solamente había leido antes algunos cuentos sueltos. Posteriormente recorrí su obra, aunque debo confesar que todavía me falta completar su lectura (no he tocado aún "Los aprendices", "El cínico", etc.), pero sí disfruté la gran mayoría de sus cuentos, de los cuales se desprende fácilmente es que fue un verdadero maestro del género. Descanse en paz.

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