Uno de los besos más famosos de la
historia del cine se produjo en la película de 1955 "Lady and the
Tramp" de Walt Disney — que en español se tituló "La Dama y el
Vagabundo" —, basada en una historia corta titulada “Happy Dan, the
whistling dog” de Ward Greene, publicada en la revista Cosmopolitan en 1943. La escena en cuestión consiste en que los
protagonistas, Lady y un perro innominado, empiezan a comer un plato de
spaghetti y, sin darse cuenta, toman el mismo hilo de spaghetti para empezar a
sorberlo hasta que se encuentran sus hocicos, todo ello con el fondo musical
del tema "Bella Notte", escrito por Alan Menken. Esta secuencia se
convirtió en un ícono, no solamente de la cinematografía, sino de toda la
cultura pop. Sin embargo, su rodaje
resultó ser más laborioso de lo que se piensa, en parte por las poses de diva
de la protagonista, así como por algunos problemas técnicos que acompañaron a
la filmación de este fragmento.
Antes de iniciar la primera toma, Lady les recordó a todos que su contrato
especificaba que cualquier contacto físico de ese tipo no debería durar más de tres segundos, puesto que era menor de
edad. Eso lo sabía el cuerpo técnico, pero no su pareja en la pantalla, quien
se molestó sobremanera porque pensaba que, a esas alturas del rodaje, ambos ya
tenían la suficiente confianza. El macho hizo una mueca de disgusto, que fue
advertida por Lady, pero la escena se montó de todos modos y se hicieron
funcionar las cámaras.
Esta
toma inicial no pudo concluir satisfactoriamente, puesto que se rompió el
spaghetti. Mientras los auxiliares reemplazaban el plato, Lady miró a su pareja
cinematográfica con ojos despectivos y le lanzó a su coprotagonista un
comentario inapropiado: "No saques así la lengua delante de mí. Para
que te enteres de una vez, me
incomoda". Tal vez él debió quedarse callado, caballerosamente, pero puso
una cara, literalmente, de perro, y le hizo saber a la altiva spaniel que todos
los canes hacen lo mismo para refrescarse, puesto que carecen de glándulas
sudoríparas. "A no ser, claro", dijo el macho, "que Su Majestad
quiera que le pongan un ventilador para ella sola". La dama se sintió profundamente
agraviada y le respondió que solamente aceptó trabajar a su lado por lo bien
que se veía ella en medio de ese ambiente vintage
— hay que recordar que la obra está ambientada en 1909 —, pero no para
hacer pareja con un escuálido perro rescatado que ni siquiera era de su raza.
Su pareja contestó que, en realidad, no importaba qué tan bien se veía una
actriz en la pantalla, si fuera del estudio le quedaba muy apretado el arnés.
Sin decir palabra, Lady se levantó — es decir, se puso en dos patas —, tomó el
plato que los auxiliares ya habían colocado en la mesa y le arrojó el spaghetti
en la cara a su novio en la ficción. "¡Te queda muy bien el papel de
vagabundo!", dijo entonces, retirándose de las locaciones rumbo a su
hotel. "¡Gata!", le gritó él, que es el modo que tienen los perros de
insultar a las hembras.
El
rodaje solamente se pudo reanudar dos días más tarde por intervención del
propio Walter Elías Disney, llamado por el director Clyde Geronimi, incapaz de
resolver el asunto por sus propios medios. Disney acudió al hotel donde se
alojaba Lady y echó mano de sus dotes diplomáticas para convencerla de regresar
al trabajo, mientras que el innominado tuvo que tragarse las poses de la dama
como macho que era, para finalmente acceder a repetir la toma. Dicha toma se
realizó el día 12 de enero de 1955, con Geronimi y los directores auxiliares,
Wilfred Jackson y Hamilton Lucke presentes, aparte del propio Disney. Se
percibía tensión en el ambiente, pero la tripulación esperaba un comportamiento
profesional por parte de ambos actores. Finalmente, Lady salió de la sala de
maquillaje, se acomodó las orejas, se sentó en el lugar designado con gesto
desdeñoso y a la orden de "¡Acción!" empezó a sorber el spaghetti sin
mirar a su pareja, el vagabundo hizo lo mismo y, voilá, se toparon los hocicos.
Un
aplauso estruendoso se produjo en el estudio, terminándose el resto de la
escena sin mayores contratiempos. Sin embargo, una vez que Geronimi ordenó
"¡Corten!", la cosa cambió radicalmente: Lady se dio media vuelta,
pidió una servilleta y abandonó el set, rumbo a su camerino. "¡Es la
última vez que trabajo con este perro chusco!", mencionó antes de salir. Y
a decir verdad, así fue, porque, a pesar de que la película fue un éxito de
taquilla, ninguno de los dos volvió a ser llamado por los estudios — aunque sus
descendientes hicieron, muchos años después, una secuela —. Después de todo, Walter
Elías Disney pudo haber sido un gran cineasta con mucha sensibilidad, pero
tampoco estaba para aguantar pulgas. Y menos aún… pulgas de perro.
(La imagen es propiedad de Walt Disney Productions)
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