miércoles, 14 de abril de 2010

El síndrome de la naranja

Se dice que un antiguo acuarelista italiano pintó un hermoso retrato de la única plaza de su pueblo, que causó la admiración de sus coetáneos, tanto así que la fama del artista trascendió los límites de la provincia. Posteriormente regresó a la plaza a pintarla de otra manera, desde otro ángulo, añadiendo detalles y quitando algunas cositas que le parecían imperfectas. Esta vez las bondades de su arte llegaron a oídos del rey, quien aceptó llevarlo a la corte si en su tercera pintura demostraba de una vez por todas ser un maestro.

El pintor volvió por tercera vez a su plaza, escogió una mejor tela, mejores pinceles y pintó nuevamente los mismos árboles, los mismos nidos, las bancas, el monumento al santo patrono local y a los niños de la parroquia jugando al escondite.

El rey vio el trabajo y dijo:

- Está bien, pero...¿otra vez la plaza? Mejor dejemos esto para otro día.

Y no volvió a hablar de él. Cuando al acuarelista le preguntaron por qué no pintaba otra cosa, pues de haberlo hecho así hubiera llegado a la corte, respondió:

- Es que no puedo hacerlo. Aprendí a pintar aquí y nunca me he movido a otro lugar. Si me fuera a otro lado, no sabría por dónde empezar.

Eso es exactamente lo que les pasa a algunos escritores. Causan buena impresión con un primer trabajo, y posteriormente redundan una y otra vez en sus sesgados parámetros: o bien son sus relaciones de pareja (la misma mujer con 14 nombres diferentes) o bien las penurias que tuvieron que pasar como inmigrantes (solo cambian las fechas y los apellidos), o son sus aventuras de juventud con los amigotes de siempre, en el mismo barrio, en las mismas discotecas, los mismos bares. Y algunas veces son los propios editores formulistas los que proveen de alas de aeroplano a estos autores poco imaginativos, buscando exprimir la naranja hasta la cáscara incluso. El problema es, obviamente, que a la mayoría de los seguidores no les gustará el jugo que pudiera salir de la cáscara, sino de los gajos de la fruta, la cual, por causa de este procedimiento, aparece cada día más seca.

Personalmente, prefiero los autores que arriesgan un poco, exploran otros universos, respiran aires diferentes. Gente que intenta ponerse en la piel de otro, que va en busca de escenarios nuevos para pasar algo de tiempo en ellos antes de coger un papel. Al margen de lo que digan los fanáticos de la uniformidad, los innovadores y los versátiles siempre serán mis preferidos.

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