miércoles, 19 de mayo de 2010

Capricho pekinés

Por algún motivo, Lucas despertó un día con la necesidad de aprender chino mandarín. Tal vez porque siempre le habían fascinado los retos, o por haber encontrado un viejo ejemplar del Man Chi Po con el cual el chino de una tienda del Cercado le había envuelto unas latas de atún días atrás, luego de lo cual quedó fascinado por la caligrafía. Pero sea como fuere, lo cierto es que comenzó a averiguar dónde se dictaban cursos de ese idioma. En ese tiempo las opciones eran poquísimas, de modo que no había lugar para regatear. Aterrizó en un local perteneciente a una asociación peruano-china que quedaba en el límite entre Surquillo y San Isidro. El profesor aceptó a Lucas luego de comprobar que este conocía algunos rudimentos del idioma, como saber decir su nombre o de dónde provenía. Así que el nuevo alumno pagó la matrícula y lo citaron para un jueves por la tarde.

La clase resultó estar compuesta por solamente tres adultos, a los cuales se unían ocho chiquillos de primaria, cuyos padres no tenían como dialecto nativo el mandarín sino el cantonés. De estos niños, había uno muy molesto, al cual el profesor llamaba repetidamente la atención diciéndole “Zhan! Zhan! Zhan!”, que significaba que se ponga de pie y permanezca así. Las primeras lecciones constaron del aprendizaje de los sonidos (“Muo, Puo, Buo, Fuo.".., etc.), seguidas de palabras cortas. Pero el profesor, muy poético él, les pidió a todos que se aprendan algo de los versos de Li Bai, por ejemplo, la Canción de Medianoche. Les hizo notar a todos que los tonos le otorgaban una particular musicalidad a las sílabas, y que era fascinante escucharla en una noche lunada. Por eso hubo de hablar en contra de las traducciones de Guillermo Dañino. “Nosotros agradecemos al señor Dañino, por su deferencia al idioma chino y todo lo que ha trabajado”, decía, “pero las traducciones no son buenas. No es lo mismo, hay cosas que no se pueden traducir”.


Pronto Lucas comprobó que había otras dificultades más aparte de la diferencia cultural. Fue dándose cuenta que aprender chino mandarín en el Lima era tan complicado como aprender serbocroata en Túnez: no era posible hallar alguien con quién hablar. Comprobó, como digo, que más del 85% de los chinos aquí hablan cantonés, incluyendo el tendero que le envolvió las latas de atún. Todos los chifas son cantoneses y la comida obviamente de ese lugar, aunque esto resulta siendo bueno porque la cantonesa es una de las mejores cinco cocinas regionales de Oriente. Peor hubiera sido que provengan de Sichuan, porque cada plato tendría que estar acompañado por un extinguidor. Por otro lado, la colonia china suele ser bastante reservada. ¿Entrar a algún club o círculo de amistades de ese ambiente? ¿Con qué carta de presentación?


Así, poco después Lucas abandonó el curso, pero hizo un último intento en el Colegio Juan XXIII. Allí la profesora era una taiwanesa muy simpática que desde el primer día aclaró que en su isla se enseñaba únicamente los caracteres chinos completos, no el modo simplificado implantado por Mao. Así, Lucas, por buscar un recurso menos expresivo, terminó por caer en una sartén más caliente. Un mes después, todo el amor por la caligrafía y el misterio de las tonalidades del idioma se le habían escapado por los poros, junto con el dinero invertido.


Años después de todo eso vino el TLC con China y la enorme campaña publicitaria acerca de la promisoria relación comercial con ese país. Academias, universidades y hasta colegios particulares empezaron a ofrecer cursos de chino en gran escala, alentados por el futuro intercambio comercial con el gigante rojo. Incluso algunas instituciones aseguraban que ello les proveería a los alumnos de buenas oportunidades laborales en grandes corporaciones. Pero Lucas ya tenía bastante experiencia como para opinar sobre ello. “¿Curso de chino mandarín?”, se dijo, cuando pasó frente a una de esas academias en la avenida Santa Cruz, para comprar algo en Wong, firma que de china ahora solo posee el nombre. “Hablarán con su sombra”, masculló, camino al autoservicio.


Imagen tomada de aquí: http://www.cccc.edu/news/story.php?story=216

No hay comentarios:

Publicar un comentario