Hace algunos años, estaba tranquilamente esperando una conferencia que se iba a realizar en el Anfiteatro Chabuca Granda - en el marco de la Feria del Libro Ricardo Palma - cuando, como de la nada, se aparece a mi costado una de esas mujeres obsesivas que andan buscando a quién agarran de punto, y para mi mala suerte, me tocó a mí.
- ¿Quién se va a presentar aquí?
Le dije el nombre y me habló acerca de su gran admiración por el ponente.
- ¿Y lo estás esperando desde hace mucho? - dijo ella.
- Mmmm.... no - espeté, tratando de zafar el cuerpo.
- Tú eres un poco tímido... ¿no?
Era una mujer de unos treinta años, de aspecto regular, pero su modo de hablar me pareció extraño, bueno, en realidad era extraño. Quise inventar algo para bajarle la velocidad, pero solo se me ocurrió distraer su atención hacia otra cosa, de modo que le mostré las fotos de mi cámara digital. En ellas había personajes reconocibles, porque la memoria contenía imágenes de una reunión de carácter literario ocurrida poco tiempo atrás. Así que se empezó a reír con ellas y eso aproveché yo para decirle que estaba mal ubicado, que no podría ver la conferencia y que mejor me iba.
- Sí, mejor vámonos - dijo.
No sirvió, pues, de mucho la estrategia. Una vez fuera del Anfiteatro se cogió del brazo y me dijo que tenía hambre. No sé para qué diablos se me ocurrió invitarla al Manolo's. Apenas nos sentamos se preocupó más por averiguar todo acerca de mí. ¿Que si tengo novia? Le dije que terminé con mi ex-novia pero no perdía esperanzas de regresar con ella. ¿Que si me puede dar su número de celular? Pues... sí. ¿Que si yo le puedo dar mi número de celular? Allí si tuve que hacer stop. ¿Cuántas veces al día me llamaría o qué haría ella con ese número? No se lo di.
- ¿No me das tu número?
Aquí puso una mirada de panda pidiendo a gritos un tallo de bambú. Y prosiguió:
- ¿No será porque estoy... gorda... verdad?
De veras me asustó un poco. Pero en el Manolo's hay espejos grandes, así que le dije que no era por eso, que se veía fantástica, a pesar de que me recordó a Joan Crawford en Baby Jane.
Cuando terminamos de comer, ya no me acuerdo qué, salimos hacia el Parque Kennedy a sugerencia mía, trayecto en el cual me decía casi entre dientes... "Así que no me puedes dar tu número...". Hizo que un transúnte nos tomara un par de fotos con mi cámara, los dos allí, abrazados debajo de un árbol lleno de gatos. Finalmente, me detuve ante una pantalla gigante que iba a mostrar una conferencia. Al ver mi intención de quedarme allí plantado una hora, hizo un gesto de pena, me echó los brazos al cuello y, luego de un beso ligero, mirándome muy fijamente, me dijo:
- Yo voy a llegar bien a mi casa. ¿Escuchas? Yo voy a llegar muy bien a mi casa...
Y se alejó, caminando como si se dirigiera a ocupar alguna tumba.
No la volví a ver jamás. Cuando llegué a mi casa esa noche, mi prima, que estaba de visita, se rió en mi cara cuando le conté lo sucedido. Pero pude dormir tranquilo, a pesar de todo. Las fotos... las borré, no sé si accidentalmente, o adrede pero impulsado por el inconsciente. Su número de celular... solamente fingí apuntarlo. Pero me parece que sí tengo su nombre. Creo que no lo voy a decir.
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